Revista La Fragua 15, Marzo 2010
La crisis global del capitalismo ha golpeado fuertemente. Nacida en los países del centro se ha difundido a la periferia. En todas partes los sectores dominantes han querido utilizar la crisis como excusa para aumentar la productividad y realizar un ajuste en las condiciones de vida de los trabajadores y trabajadoras. Todo a los fines de maximizar sus ganancias.Editorial
¿Quién termina pagando la crisis?En EE.UU. desde que estalló la crisis económica mundial se perdieron 6,7 millones de puestos de trabajo aunque – de manera aparentemente contradictoria – la productividad aumentó un 6% en todo el 2009. Esto ocurrió también en la mayoría de los países.
¿Pero qué significa para el capitalismo aumentar la productividad? Sencillamente: producir más en menos tiempo; es decir, con menos trabajadores y trabajadoras. En ese proceso, los que tienen la “suerte” de no perder su trabajo son obligados a producir más por el mismo salario y además – en muchos casos – a trabajar más intensamente.
En nuestro país se da una situación similar a la del resto del mundo. Las patronales - aprovechando la crisis y usándola como excusa – intentan imponer mayores ritmos de producción (más productividad) a la vez que despiden trabajadoras y trabajadores.
Esto es muy claro en las distintas ramas de la industria y de los servicios. En 2009 la productividad laboral en la industria aumentó un 3,7% mientras el empleo un 3,2%; despidieron a 38 mil trabajadores/as en blanco (sin contar los/as despedidos/as de empresas tercerizadas o subcontratistas o los/as trabajadores/as directamente “en negro”). Para más precisión en Peugeot de Argentina, por ejemplo, despidieron 1200 trabajadores en octubre de 2009 de un total de 5400 (es decir, 22% de la fuerza de trabajo); estos eran el conjunto de los trabajadores contratados que desde enero estaban suspendidos en el marco del REPRO (¡la empresa recibía un subsidio de 700 pesos por cada trabajador suspendido!). Antes de los despidos se producían 650 autos por día en tres turnos de trabajo; hoy (con menos personal y sólo dos turnos) se producen 550. Cada trabajador produce 8,8% más autos en su jornada laboral por el mismo sueldo y trabajando más intensamente (con un mayor desgaste físico y mental). Este brutal aumento de los ritmos de producción implica una importante rebaja salarial porque significa más esfuerzo por igual paga.
Desde los medios y el gobierno nos dicen que lo peor de la crisis ya pasó pero – desde fines del año pasado – hubo numerosos despidos adicionales. Recordemos que el origen del conflicto en Kraft (que involucró despidos) fue el intento de la empresa de cambiar condiciones de trabajo, implementar un cuarto turno de trabajo, etc.
Antes y después de Kraft muchos/as otros/as trabajadores/as perdieron sus puestos de trabajo: Peugeot, SIAT, Robert Bosch, Frigorífico Rioplatense y TATSA entre otras empresas. Los despidos fueron selectivos pues remitían – en general – a la intención de las patronales de “sacarse de encima” a aquellos/as trabajadores/as que eran delegados/as o integrantes de comisiones internas, en quienes veían una amenaza para la imposición de las nuevas condiciones laborales necesarias para el aumento de la productividad. En todos los casos, el Estado se ubicó – por acción u omisión – del lado de las patronales, facilitando el ataque a la organización de base de los/as trabajadores/as.
La receta “mágica” que el capitalismo propone para salir de la crisis no es sólo el salvataje con miles de millones de dólares a los bancos o a las empresas con problemas financieros. El gobierno de Estados Unidos dedicó más de 700 mil millones de dólares (6 veces el PBI de la Argentina) para salvar a su sistema financiero. Además, necesita de un brutal aumento de la explotación y la precarización del trabajo a escala mundial. Por eso, intervinieron empresas gigantes como GM o Chrysler pero sólo para realizar el ajuste (es decir, despidos de personal). Tratan – por esa vía – de que seamos los trabajadores y el pueblo los que paguemos los (sus) platos rotos.
Frente al ajuste que los capitalistas buscan imponer, desde los/as trabajadores/as sólo tenemos una alternativa: juntarnos, organizarnos, desde abajo, entre iguales, para construir una fuerza que frene el impacto de las crisis y nos permita plantear opciones que favorezcan al conjunto del pueblo trabajador.
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