lunes, 11 de octubre de 2010

Pensamiento crítico, organización y cambio social


A manera de prólogo.


El prólogo de un libro, puede tratar de adelantar una sintética presentación del contenido mismo de la obra en cuestión. En otras ocasiones, el objetivo suele ser llamar la atención sobre la importancia de tales o cuales ejes, presentes en lo que luego se leerá. En el caso de éste libro en particular, que busca presentar en toda su diversidad las problemáticas y los enfoques expuestos en las Jornadas de Pensamiento Crítico para el Cambio Social, no sería sencillo lograr semejante tipo de prefacio-explicación, introductorio de lo que luego se leerá. Cabe más bien alentar a que los lectores se apropien, paso a paso, de los trabajos aquí expuestos, sumando al hacerlo su propio esfuerzo y reflexión.

Dedicaré entonces estos párrafos iniciales a destacar algunas de las razones por las que, a mi criterio, es importante desarrollar el ejercicio sistemático del pensamiento crítico y el tipo de desafíos que este empeño nos plantea. Creo que se trata de una cuestión que nos interpela: tanto a quienes contribuimos a escribir el libro, como a sus eventuales lectores.

Ejercitar y desarrollar el pensamiento crítico nada tiene que ver con la caricaturesca actitud de criticar a todos y por todo, en el afán de afirmar una narcisista “originalidad” intelectual. Se trata, por el contrario, de enfrentar los conflictos y desgarramientos de la sociedad en que vivimos, estando siempre atentos a las cambiantes expresiones del antagonismo social. El pensamiento crítico se pone a prueba confrontado las elusivas formas espectrales del fetichismo y la secular explotación capitalista, así como las estrategias imperiales en sus desplazamientos geopolíticos y militaristas más recientes. Deberemos tratar de hacerlo en forma dialógica, asumiendo la complejidad y potencia del pensamiento crítico latinoamericano y los vitales aportes de los nuevos movimientos y procesos de resistencia, insumisión y rebelión que recorren el continente y, con ello mismo, contribuyen a cambiarlo “desde abajo y a la izquierda”, según la feliz expresión de los zapatistas.

Podemos registrar con satisfacción el agotamiento del neoliberalismo y las persistentes -aunque muy desigualmente desarrolladas- luchas y movimientos de enfrentamiento a las políticas de explotación, dilapidación de los bienes comunes y guerra del capitalismo. Pero no debemos dejar de advertir que la realidad muestra, también, inequívocos rasgos de violencia represiva, militarización y barbarismo. En esta situación, no creo que la crítica deba distraerse en distinguir (y mucho menos elegir) entre “el lado bueno” y el “lado malo” de la realidad. Lo que urge es advertir la violencia extrema del antagonismo en todas sus expresiones, como acicate del esfuerzo por cambiar el mundo. Al “pragmatismo” acomodaticio de quienes predican que las asimetrías imperiales y el orden del capital son infranqueables, no cabe oponer un ingenuo optimismo: se trata de poner en evidencia que la fuerza del “principio esperanza” y las construcciones contrahegemónicas, surgen y pueden eventualmente desarrollarse como rechazo radical a la barbarización de las relaciones sociales.

Entiendo que el pensamiento crítico no admite ser presentado como una “escuela” más o menos exclusiva, ni debe disimular que se nutre con opiniones diversas y muchas veces encontradas. Considerándome tributario de la tradición marxista, y crítico de las groseras deformaciones sufriera bajo las presiones de la socialdemocracia y el estalinismo, no aliento la vana esperanza de volver a un Marx “puro” que podría indicarnos la validez de tal o cual postura. Sin ignorar las mil y una lecturas e interpretaciones que alentó, inspiró o posibilitó, así como las prácticas políticas referenciadas (para bien y sobre todo para mal) con su obra, entiendo que la colosal obra crítica que iniciara debe, necesariamente, adquirir alcances y connotaciones nuevas, en un mundo marcado por la extensión del fetichismo de la mercancía y la dictadura del capital a todos los rincones del planeta y a las diversas esferas de la praxis social. En cierto sentido, lo que Marx legó en gran medida fue un lenguaje, una propuesta, un proyecto, un combate en desarrollo. Una empresa crítica basada en la hipótesis estratégica de la caducidad del capitalismo y la posibilidad de la revolución, una hipótesis estratégica que es necesaria para un tipo de conocer que es indisociable de transformar y luchar.

El verdadero pensamiento crítico debe dar pruebas de su capacidad para analizar el mundo social y la manera (alienada) en que los seres humanos se insertan en ellas, sin conformarse con oponer a la realidad una condena moral abstracta e impotente. No puede haber liberación y emancipación, sin la existencia de relaciones sociales que en sí mismas las contengan. Se trata entonces de forjar instrumentos intelectuales para la acción, tratando al mismo tiempo de reconocer las limitaciones y aún los obstáculos que nuestras mismas ideas pueden llegar a representar para la transformación de la sociedad. En lugar de proponer teorías que dominen las prácticas sociales, la crítica debe ayudar a liberarlas para establecer con ellas nuevas relaciones. El mismo proceso de conocimiento debe aspirar a afirmarse como una relación social tendiente a la superación del aislamiento, la competencia y la violencia de las relaciones interindividuales que son propias del orden del capital.

Más allá de las frases tranquilizadoras de los Gobiernos, en Nuestra América la crisis del capital(ismo) continúa y continuará agravándose en sus diversas dimensiones o componentes (crisis económica sistémica, crisis ambiental, crisis civilizatoria...) y, tal vez porque las resistencias populares pudieron acumular fuerzas y experiencias desde los 90, es un hecho también que, frente a ella, los explotados y oprimidos vienen procurando, política y prácticamente, nuevas y diferentes formas de reivindicar sus intereses vitales. Se coloca en la agenda histórica de “los de abajo” el imperativo impostergable de dar pasos hacia el control de un orden social metabólico alternativo a las contradicciones crecientemente destructivas del capital, lo que implica ir poniendo en pié las mediaciones políticas y materiales que para ello sean necesarias en cada situación concreta. Esto nos exigirá desarrollar la capacidad de escudriñar la realidad de modo tal que nos permita contribuir a que, “en la lucha contra el actual estado de cosas” se afirmen elementos, bases o puntos de apoyo de una socialidad distinta… Esto constituye un punto de referencia decisivo: no tanto lo que estaría por-venir en algún indeterminado momento futuro, sino lo que ya está ocurriendo, lo que hoy mismo está incorporándose a la realidad con las luchas y reclamos de la gente. Desde esta concepción, la perspectiva y la concepción misma de transición adquiere nuevas dimensiones, en relación con la tarea de pensar y explorar formas de lucha y de organización, maneras de producir y de establecer relaciones sociales radicalmente distintas para enfrentar la crisis en su múltiple dimensión. No puedo abordar acá la necesidad de una teoría de la transición y, específicamente, sobre la cuestión decisiva de las mediaciones institucionales y materiales que requiere, pero debo decir al menos que esta es la principal cuestión -literalmente, de vida o muerte- a la que debe enfrentarse el pensamiento crítico en el Siglo XXI. Con palabras y con hechos, deberemos mostrar que el camino del cambio social o del socialismo no consiste en producir más mercancías e inundar el mercado con cualquier tipo de productos industriales, sino revolucionar la producción y el intercambio de bienes y servicios socialmente necesarios, poner las fuerzas productivas a producir de otra manera y otras cosas, en otras palabras: ¡para cambiar el mundo, cambiar la vida de los hombres y salvar la naturaleza humanizada!

Finalmente quiero destacar, por encima de cualquier otra consideración, que el desarrollo del pensamiento crítico, sin excluir discrepancias y discusiones más o menos fuertes, requiere aprender a respetar y valorar la comunidad del esfuerzo digno, solidario y comprometido, con las diversas organizaciones y construcciones emancipatorias colectivas. Por eso y para eso nos atrevimos a aceptar la gentil invitación de escribir este prólogo para un libro cuya principal aspiración es tender un lazo que nos permita aprender de y con todos ustedes, lectores y compañeros.

Aldo Casas, julio 2010.

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