La Fragua 13 :: Crisis capitalista o el viejo cuento de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas
¿De qué crisis estamos hablando? ¿Cómo impacta en Argentina?
La crisis del capitalismo a escala mundial tiene su origen aparente en una “burbuja especulativa” que se desarrolló en los mercados financieros en los países centrales. Esto significa que los precios de las denominadas commodities -insumos básicos de la economía, que incluyen desde la soja y el trigo hasta el petróleo y el acero- subieron mucho, mucho más de lo que debían en relación con sus verdaderos costos de producción. Este proceso fue acelerado por el sistema financiero que -a través del crédito- facilitó la especulación (en revista La Fragua No. 12 analizamos en más detalle este proceso).
Después de varios años donde los empresarios vieron crecer desmedidamente sus ganancias, en Argentina -y en el mundo- ahora buscan “ajustar” sus costos. Para ello, apuntan a reducir aún más el “costo laboral”, bajando salarios y achicando los planteles de trabajadores y trabajadoras. Esto aún cuando la masa salarial representa –por ejemplo, en Argentina- sólo el 7,4% del valor total de producción entre las empresas más grandes (la mitad que hace un década). Esto indica algo importante: la crisis no es un fenómeno natural –o necesario- sino una estrategia de las empresas capitalistas para forzar a los trabajadores y trabajadoras a trabajar más por menos salarios, para trasladarnos sus problemas a todas/os nosotras/os.
¿Por qué la economía argentina que parecía andar “tan bien” hasta 2007 está siendo golpeada por la crisis?
Principalmente, porque luego de los años noventa nuestro país se trasnacionalizó de tal manera que hoy la mayoría de las empresas más grandes son extranjeras, un cuarto de lo que se produce se exporta y las importaciones representan casi el 20% de la producción. Esto no cambió en nada –más bien se consolidó- con el actual gobierno.
Por eso, la caída de los precios internacionales afecta fuertemente a la producción argentina. El descenso de las compras de las principales empresas a nivel mundial, redujo fuertemente las exportaciones argentinas de manufacturas industriales y agropecuarias. Esto devino en una gran caída de la producción en ramas estratégicas -como la producción de acero, cemento, textiles, petróleo- con efectos de derrame hacia el conjunto de las otras ramas. La refinación de petróleo cayó un 1,4% en febrero de 2009 en comparación con febrero de 2008, la producción de textiles se redujo 10,3% en igual período, y podríamos seguir con innumerables ejemplos: productos del caucho y plástico -1%, industrias metálicas básicas -21,7%, producción automotriz -49,3%.
Nuestro país exporta fundamentalmente derivados a la soja y los cereales, petróleo y diversos tipos de minerales -es decir, nuestras riquezas naturales-. Si bien la suba de precios a niveles de especulación “nos favoreció” hasta mediados de 2008, la brutal caída de los últimos meses está produciendo fuertes pérdidas. El poroto de soja había subido 94% desde 2003, cayó 34% desde Julio de 2008. El trigo subió 123% y cayó 27%, respectivamente. El cobre subió 291% y cayó un 61% ahora. El petróleo subió 236% y cayó 66% en los últimos meses. Cabe aclarar que -en general- los precios son aún superiores -en 50% o más- a los de comienzos de la década.
En 2007 las ganancias por el aumento en los precios de las exportaciones de los últimos años superaron los 11 mil millones de dólares, la mayoría de los cuales fueron a parar a unas pocas manos. La tasa de ganancia de las empresas más grandes llegó a 16% del capital invertido en 2007, 75% mayor que en los años noventa.
Ahora, las pérdidas serán muy importantes. En lugar de hacer frente a ellas con esas superganancias, los empresarios -con las políticas de Estado como principal sostén- intentarán que los costos los paguemos los trabajadores y las trabajadoras. De nuevo, el viejo cuento de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas.
¿Qué están intentando hacer los empresarios en este momento?
Su receta básica es suspender y despedir. En la medida que puedan, cortar contratos con trabajadores/as tercerizados/as o precarizados/as. También, pedir que se mantengan o aumenten los subsidios con los que el Estado asiste a los “empresarios exitosos”; eso sí, con la plata de los impuestos que todos pagamos.
Los despidos ya superan los 40.000 en todo el país en los dos primeros meses de 2009 (Iveco y Volkswagen en Córdoba, YPF-REPSOL, Aluar, Siderar en Ensenada, Empai del Parque Industrial de Abasto, Toledo Curtiembre en Brandsen, Petrobras y Chevron en Neuquén y Río Negro, Filobel-Febatex en Quilmes -hoy ocupada por sus trabajadores/as- entre otras) y se multiplican las suspensiones -que ya superan las 75 mil- Por ejemplo, Mafissa, en Olmos, donde todos los trabajadores han sido suspendidos, en Siderar de San Nicolás y en la empresa Robert Bosch en San Martin, en el conjunto del transporte de cargas (con más de 15 mil suspensiones) y la construcción (cerca de 5000).
La ocupación por sus trabajadoras y trabajadores de Envases de Plata y Filobel-Febatex de Quilmes, y Frigorífico Buenos Aires e Indugraf en Capital Federal son ejemplos de un resurgimiento del proceso de ocupación de fábricas. El ciclo anterior de ocupaciones ha dejado una marca indeleble entre distintos sectores obreros que –en esta nueva crisis- frente a la alternativa del desempleo y a la luz de la huída de los empresarios, deciden dar el salto cualitativo de experimentar una nueva forma de organización de la producción.
¿Y el Estado? Continúa con la redistribución al revés
El Estado -según el propio gobierno- debería ser el garante del bienestar de toda la población. Sin embargo, salta a la vista que como política central, el Estado es el garante de los principales grupos económicos que hacen negocios con él: las cementeras y constructoras, las petroquímicas y mineras, las cerealeras y aceiteras, los pools de siembra y exportadores de granos, los hipermercados y las distribuidoras de energía, las farmacéuticas y empresas de transporte, las empresas de comunicaciones y multimedios, las siderúrgicas y automotrices, entre otras.
El gobierno mantiene una estructura de impuestos y gastos fuertemente regresiva y favorece a los sectores de mayores recursos: mantiene elevadas alícuotas en el IVA -impuesto regresivo por excelencia y principal fuente de ingresos fiscales- a los alimentos y productos básicos y reduce el impuesto a las ganancias (por ejemplo, elimina la “tablita de Machinea” cuando el impuesto a las ganancias aporta sólo 12,2% de la recaudación total, mientras que el IVA aporta más del 26%), da vía libre a masivos tarifazos en los servicios públicos y el transporte que impactan en todo el pueblo, mantiene masivos subsidios a las grandes empresas (por más de 20 mil millones de pesos en 2009) mientras los planes sociales se mantienen fijos desde 2002 en 150$, re-estatiza el sistema de jubilaciones pero en lugar de llevar el ingreso de los pasivos a niveles dignos prefiere subsidiar a las grandes empresas con planes ‘canje’ totalmente insuficientes para atacar la crisis. Mientras tanto, pide –exige- moderación en las demandas salariales y otras necesidades populares.
¿No hay nada que se pueda hacer?
Si la cosa sigue por el rumbo que ya está tomando, la situación promete estar bastante difícil para todos y todas.
Si nos quedamos sentados y divididos -sin hacer nada- lo más probable es que una vez más, los platos rotos los paguemos los sectores populares. Los principales perjudicados serán los/as desempleados/as -viejos y nuevos - y los trabajadores/as asalariados/as. Pero también, los pequeños comercios y otros sectores que viven del consumo de las clases populares.
Por eso, es importante unirnos desde abajo y ver qué medida colectiva podemos crear o a qué acción sumarnos.
Aunque para los grandes medios -que también son grandes empresas y atienden su juego- no sea “noticia”, hoy mismo distintos sectores están haciendo marchas y campañas contra el tarifazo, por aumento de salarios, contra los despidos y para rechazar la precarización laboral (que los facilita).
Es importante organizarnos, comunicarnos y difundir lo que hacemos, encontrarnos con otros compañeros y compañeras para unir nuestra fuerza y empezar a construir soluciones para el pueblo.
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