“En ningún momento dejamos de tener razones para luchar”
Subte: por un sindicato participativo y de lucha
En los subterráneos de Buenos Aires se escribieron algunas de las páginas más sobresalientes de los últimos años en cuanto a las luchas de la clase trabajadora. Se demostró que es posible (además de necesaria y justa) la defensa del derecho a organizarnos por salarios y condiciones dignas de laburo. Luego de todo un proceso de organización subterránea, que comenzó hace ya 17 años, las trabajadoras y trabajadores del subte fueron dando sus primeros pasos. Hartos de la burocracia sindical comenzamos a construir desde las bases del subte la Asociación Gremial de Trabajadores del Subterráneo y el Premetro. El nuevo sindicato está naciendo en asambleas, con espíritu de unidad, a través del cuerpo de delegados y generando mucha molestia en aquellos que tienen intereses creados contra los trabajadores. Recordemos que el 5 de febrero pasado, una patota de la UTA atacó con anuencia policial a los trabajadores que realizaban un plebiscito a favor de la flamante organización gremial. El Ministerio de Trabajo mira para otro lado y no define la situación para que ya se pueda funcionar legalmente como representación genuina de los trabajadores/as.
En el FPDS consideramos que la pelea por un gremio que responda fielmente a los intereses de quienes laburamos y permita la participación democrática es fundamental para el conjunto del movimiento obrero. Por eso, nos acercamos a la sala de descanso de la estación Congreso de Tucumán de la línea D para charlar con los delegados Néstor Etcheto y Daniel Villavicencio, para que nos cuenten cómo viene su lucha. Entre mate y mate, y entre turno y turno, terminamos hablando un par de horas con decenas de compañeros y compañeras que generosamente relataron sus experiencias y opiniones, todos orgullosos y convencidos de la lucha que llevan adelante, pero con una humildad llamativa a la hora de contar sus historias.
Ni bien se entra a la sala se pueden ver en las paredes muchos carteles referidos a los reclamos que realizaron los últimos años, en contra de delegados vendidos y a favor del nuevo sindicato. La camaradería es notoria. Es fácil darse cuenta de que en el proceso de lucha los laburantes han logrado consolidar una fraternidad cimentada en la solidaridad de clase. Algunos compañeros almuerzan su sándwich, otros miran el noticiero, se ríen de la cobertura favorable que le dan los medios a la protesta del campo, hay quienes juegan al metegol y otros que se juegan su partida de ajedrez. Cada tanto, se escucha por el parlante el apellido y nombre de un compañero/a que tiene que salir a prestar servicio.
Apenas nos sentamos, nos enteramos de que hace poco un compañero trabajador del subte murió y se está haciendo una colecta para la familia. Un compañero cuenta cómo el servicio médico es utilizado por la patronal para premiar o castigar al personal. “Todo el tiempo tratan de meter trabas, el médico no va o llega tarde, si uno trae otro certificado no lo tienen en cuenta y te descuentan el día”.
El nuevo sindicato esperanza a los laburantes.
Néstor comienza a contar que en lo legal siguen esperando la definición desde agosto de 2008. “Los términos legales ya están cumplidos. El Ministerio de Trabajo tenía 90 días para expedirse, ese plazo está cumplido hace rato y seguimos sin respuesta. Esto es una cuestión política”, se queja el delegado, que tiene un brazo roto a causa del ataque de la patota de UTA que quiso romper el plebiscito, en el cual un 98,8 % avaló la flamante organización gremial. “No vamos a esperar la firma, sabemos funcionar en la lucha y tenemos unas finanzas independientes de la burocracia. El puntapié inicial es el carnet y el aporte del uno por ciento del sueldo. Tenemos una institucionalidad de hecho. En la práctica ya funcionamos, falta definir la cuestión legal, la decisión ya la tenemos tomada y no hay vuelta atrás. Sólo falta la personaría. La patronal no nos quiere reconocer, prefieren discutir salarios con la burocracia antes que con nosotros.”
Ahora están en pleno proceso de desafiliación masiva a la UTA. Néstor detalla que sólo el 25 por ciento de los 3200 empleados del Subte estaba afiliado al sindicato de Palacios y que, de todos modos, los que estaban, eran opositores a la conducción burocrática. “Ya se afiliaron al nuevo sindicato 1600 compañeros, a algunos no llegamos todavía, hay compañeros en muchos lugares como los talleres y las distintas estaciones que se quieren afiliar y todavía no pudieron. El aporte que acordamos en las asambleas es del uno por ciento del sueldo que cobramos”. Mientras nos cuenta esto, llega otro compañero con un piloncito de carnets que procede a repartirlos entre los presentes. Otro laburante, que es guarda, nos muestra el carnet de la UTA con la firma de Juan Manuel Palacios. Con un insulto, refleja el sentir de todos los laburantes del subte: “es un hijo de puta”.
Daniel se esperanza con la pelea que llevan adelante: “Queremos una organización gremial que luche porque los trabajadores tengan una vida digna. Antes los compañeros te decían ‘yo tengo mi vida subiendo las escaleras’, como si el trabajo fuera un anexo de la vida. Pero el laburo es parte de nuestra vida. Construimos una nueva subjetividad con los compañeros de trabajo. Queremos tener un buen salario, pero sobretodo crear las condiciones para revertir la idea de que la vida es afuera del trabajo”.
Néstor agrega que pretenden “una organización donde sea la gente la que decida, que sea como lo venimos haciendo, en función de ver a los trabajadores como algo que tiene que trascender a su laburo. No queremos embrutecernos laburando, necesitamos tiempo para estar en familia, para la cultura, como todo ser humano. No solamente los hijos de los gerentes tienen derecho a eso. Queremos una organización que luche por eso, no es solamente un problema de 300 pesos más o menos o de laburar más o menos, que también es importante”.
Los golpes de la Patota
Los trabajadores del subte saben que no será fácil tener una sede propia para el nuevo sindicato: “El peligro es que caiga la patota de la UTA, que como ya dijimos se maneja con connivencia policial, y rompa todo, por eso estamos pensando en pedirle a alguna organización de derechos humanos que nos deje funcionar en su local”, cuentan.
La historia de las patoteadas es vieja. “En el 2002 fuimos a la puerta de la UTA a un congreso sindical y nos atacaron a palazos”, rememoran. Y los ataques policiales también han sido constantes: “En el conflicto por las terciarizadas hubo represión en la estación Miserere de la Línea A, nos tuvimos que defender con los matafuegos y con piedras, vinieron con la infantería y a cagarnos a palos y se llevaron a varios presos”.
“En el 2007, en una conferencia de prensa que estábamos haciendo para anunciar medidas de fuerza, cayó la patota de la UTA, le pegaron hasta a los periodistas. Esa vez la policía no hizo nada, al contrario, les liberó la zona. Lo mismo pasó el día del plebiscito, el 5 de febrero. Le pegaron hasta a Norita Cortiñas de Madres de Plaza de Mayo. A los laburantes les duele que un ex compañero de ellos, el delegado Morales, se haya vendido a la burocracia y sea Secretario de Subtes en la UTA. “Fue el pase del año”, ironiza un compañero. “El nos conoce a todos y sabe cómo pensamos, él se va con la burocracia porque quiere poder y se olvida de los que fuimos sus compañeros. Por acá no puede ni aparecer, no le da la cara”, alerta otro laburante.
Un proceso subterráneo
La lucha de los trabajadores del subte no empezó ayer. “Las primeras reuniones las comenzamos en el 94, 95. Había dos agrupaciones, Los Topos y el Túnel, que en aquel momento respondían al MAS y al PRS. Mucho más tarde aparecieron compañeros del MST, el PO y el PTS, aunque la mayoría de los delegados no pertenecemos a ningún partido”, cuenta Daniel. “En esa época, no nos escapaba la idea de que esto era el origen de algo importante. En Los Topos discutíamos sobre los efectos del Toyotismo en lo ideológico, vencer eso ya era mucho. En ese momento, con la privatización, daba la sensación de que podían hacer una empresa modelo. Te decían ‘involucrate’, pero a la vez no te daban ni un baño. Querían que atendiéramos a los pasajeros pero no podíamos descansar ni un segundo en las ocho horas. Nos comenzamos a organizar, la clandestinidad era importante, hacíamos publicaciones pero discutíamos mucho a quién se las entregábamos. Llegamos a publicar 46 ejemplares, que la leían cien compañeros.” El miedo a la delación y a los despidos estaba presente. Pero una cotidianidad distinta se empezaba a imponer: “Festejábamos los cumpleaños que terminaban siendo asambleas”.
Al principio, era una pelea defensiva. “Lo primero que logramos fue evitar despidos y evitar la rotación de lugares a la que nos tenían sometidos. Eso fue en el año 1997”, recuerda Néstor. Es que la empresa tenía una política, acota Daniel: “utilizaban la rotación horaria y geográfica como medida de coacción para que determinados compañeros terminaran renunciando. Primero peleamos contra eso. Se inicia un proceso de lucha luego para evitar despidos. A una compañera la intentan echar por un faltante de cinco pesos en la caja de la boletería. Hicimos un paro de todo un día. Ahí fue el origen de una idea que nos acompaña hasta ahora: si echan a uno, paramos todos”. Otra lucha que se dio en el subte fue por los baños. “Yo era boletero en Ángel Gallardo y tenía que estar con la puerta abierta por el calor, encima tenía que ir a la calle a un bar para usar el baño porque no teníamos en nuestro lugar de trabajo”. La conclusión es contundente: “En ningún momento dejamos de tener razones para luchar. En ese momento era por un baño, sobre todo para los compañeros con problemas de salud. No quedaba otra que luchar. Y fuimos ascendiendo en la calidad de las luchas: primero era que no te roten, que no te despidan, luego fue por las seis horas, contra la tercerización, y siempre por el salario. En la cabeza de los compañeros está claro que nadie te regala nada y que la burocracia siempre juega a favor de la empresa”.
“Desde el 97 vino la lucha por la jornada laboral de seis horas, unos decían 7 y otros, 6. Cuando era intendente De la Rúa hicimos el barbijazo cuando vino a la línea B a poner en servicio los trenes que habían traído de Japón. Repartimos volantes denunciando la insalubridad en el subte. Nunca dejó de discutirse ese tema”, cuenta Daniel. Muchas veces se ha dicho que el subte era un verdadero “Cromañón” en potencia, con el agravante de ser bajo tierra. “El material rodante no se revisa como corresponde, nos hemos cansado de denunciar a la Comisión Nación de Regulación del Transporte.
Una batalla clave fue la de reconocer a los demás trabajadores del subte como parte de un mismo todo. “Los empleados de limpieza estaban tercerizados a través de la empresa TAYM. Estaban laburando más de doce horas. Compartiendo mates y el metegol, fuimos organizando una lucha conjunta: logramos que los incorporaran al convenio, con lo cual se les subió el sueldo de $800 a $2400, además de tener posibilidad de ascensos, como por ejemplo a boletero. Muchos compañeros no terminaron la primaria, por eso estamos haciendo una campaña de escolarización, consiguiendo un lugar para estudiar. También incorporamos al convenio al personal de seguridad.”
Las conquistas siempre fueron conseguidas mediante la acción directa: “El primer paro fue en 2002, el segundo fue en 2004 y fue por las seis horas. Ese año también frenamos la implementación de máquinas expendedoras de boletos con otro paro. Lo de las seis horas lo conseguimos primero sólo para los conductores, luego para los guardas, después para los boleteros”.
Todos los años emprendemos la negociación salarial, en mayo y abril. En 2005 hicimos un gran paro y conseguimos un aumento importante, lo que fue un impulso.”
Lo que falta
Pese a todos sus logros, los laburantes del subte no pierden la capacidad de autocrítica: “Uno de los déficits que tenemos tiene que ver con el diálogo con los pasajeros, intentamos campañas pero es muy complejo, viajan un millón y medio por día, no tenemos la estructura de propaganda, con volantes no alcanza. La sociedad está muy influida por los grandes medios que nos juegan en contra. Es raro, porque todos los trabajadores sabemos qué es la burocracia, la sociedad lo sabe, saben que son una mafia, una patota. Nosotros los enfrentamos y los medios hablan de “interna sindical” y hay gente que les cree y se queja porque llega tarde a trabajar. Sin embargo, entre muchos pasajeros que por ahí conocen más lo que está pasando, hay una corriente de simpatía”, cuenta Néstor, quien tiene que abandonar la charla para tomar servicio y al rato vuelve a la conversación.
Otro compañero se acerca y agrega que “llegado el momento, la gente está y apoya nuestra lucha”, aunque también advierte que “siempre hay retrógrados que se te ponen en contra”. Recuerda cómo en muchas oportunidades en las que estaban de conflicto “la gente se acercaba a las boleterías a ver que necesitábamos”. Y agrega: “depende mucho de la coyuntura”. El malestar de los pasajeros es cotidiano y no se reduce a las ocasionales medidas de lucha en la que a los laburantes no les queda otra que interrumpir el servicio. Por ejemplo, “la línea A viene llena desde Carabobo, pusieron más estaciones pero no más trenes. Al alargarse el recorrido con la misma cantidad de trenes, disminuye la frecuencia”.
Ante la consulta de porqué en vez de cortar el servicio, no dejan pasar gratis a la gente liberando los molinetes como lo han hecho algunas veces, Néstor explica que en ese caso se les inician causas judiciales y que ya hay varios que han tenido problemas legales. “Y hasta nos hemos encontrado con un pasajero facho que quería sacar boleto igual”, se ríe.
En los subterráneos de Buenos Aires se escribieron algunas de las páginas más sobresalientes de los últimos años en cuanto a las luchas de la clase trabajadora. Se demostró que es posible (además de necesaria y justa) la defensa del derecho a organizarnos por salarios y condiciones dignas de laburo. Luego de todo un proceso de organización subterránea, que comenzó hace ya 17 años, las trabajadoras y trabajadores del subte fueron dando sus primeros pasos. Hartos de la burocracia sindical comenzamos a construir desde las bases del subte la Asociación Gremial de Trabajadores del Subterráneo y el Premetro. El nuevo sindicato está naciendo en asambleas, con espíritu de unidad, a través del cuerpo de delegados y generando mucha molestia en aquellos que tienen intereses creados contra los trabajadores. Recordemos que el 5 de febrero pasado, una patota de la UTA atacó con anuencia policial a los trabajadores que realizaban un plebiscito a favor de la flamante organización gremial. El Ministerio de Trabajo mira para otro lado y no define la situación para que ya se pueda funcionar legalmente como representación genuina de los trabajadores/as.
En el FPDS consideramos que la pelea por un gremio que responda fielmente a los intereses de quienes laburamos y permita la participación democrática es fundamental para el conjunto del movimiento obrero. Por eso, nos acercamos a la sala de descanso de la estación Congreso de Tucumán de la línea D para charlar con los delegados Néstor Etcheto y Daniel Villavicencio, para que nos cuenten cómo viene su lucha. Entre mate y mate, y entre turno y turno, terminamos hablando un par de horas con decenas de compañeros y compañeras que generosamente relataron sus experiencias y opiniones, todos orgullosos y convencidos de la lucha que llevan adelante, pero con una humildad llamativa a la hora de contar sus historias.
Ni bien se entra a la sala se pueden ver en las paredes muchos carteles referidos a los reclamos que realizaron los últimos años, en contra de delegados vendidos y a favor del nuevo sindicato. La camaradería es notoria. Es fácil darse cuenta de que en el proceso de lucha los laburantes han logrado consolidar una fraternidad cimentada en la solidaridad de clase. Algunos compañeros almuerzan su sándwich, otros miran el noticiero, se ríen de la cobertura favorable que le dan los medios a la protesta del campo, hay quienes juegan al metegol y otros que se juegan su partida de ajedrez. Cada tanto, se escucha por el parlante el apellido y nombre de un compañero/a que tiene que salir a prestar servicio.
Apenas nos sentamos, nos enteramos de que hace poco un compañero trabajador del subte murió y se está haciendo una colecta para la familia. Un compañero cuenta cómo el servicio médico es utilizado por la patronal para premiar o castigar al personal. “Todo el tiempo tratan de meter trabas, el médico no va o llega tarde, si uno trae otro certificado no lo tienen en cuenta y te descuentan el día”.
El nuevo sindicato esperanza a los laburantes.
Néstor comienza a contar que en lo legal siguen esperando la definición desde agosto de 2008. “Los términos legales ya están cumplidos. El Ministerio de Trabajo tenía 90 días para expedirse, ese plazo está cumplido hace rato y seguimos sin respuesta. Esto es una cuestión política”, se queja el delegado, que tiene un brazo roto a causa del ataque de la patota de UTA que quiso romper el plebiscito, en el cual un 98,8 % avaló la flamante organización gremial. “No vamos a esperar la firma, sabemos funcionar en la lucha y tenemos unas finanzas independientes de la burocracia. El puntapié inicial es el carnet y el aporte del uno por ciento del sueldo. Tenemos una institucionalidad de hecho. En la práctica ya funcionamos, falta definir la cuestión legal, la decisión ya la tenemos tomada y no hay vuelta atrás. Sólo falta la personaría. La patronal no nos quiere reconocer, prefieren discutir salarios con la burocracia antes que con nosotros.”
Ahora están en pleno proceso de desafiliación masiva a la UTA. Néstor detalla que sólo el 25 por ciento de los 3200 empleados del Subte estaba afiliado al sindicato de Palacios y que, de todos modos, los que estaban, eran opositores a la conducción burocrática. “Ya se afiliaron al nuevo sindicato 1600 compañeros, a algunos no llegamos todavía, hay compañeros en muchos lugares como los talleres y las distintas estaciones que se quieren afiliar y todavía no pudieron. El aporte que acordamos en las asambleas es del uno por ciento del sueldo que cobramos”. Mientras nos cuenta esto, llega otro compañero con un piloncito de carnets que procede a repartirlos entre los presentes. Otro laburante, que es guarda, nos muestra el carnet de la UTA con la firma de Juan Manuel Palacios. Con un insulto, refleja el sentir de todos los laburantes del subte: “es un hijo de puta”.
Daniel se esperanza con la pelea que llevan adelante: “Queremos una organización gremial que luche porque los trabajadores tengan una vida digna. Antes los compañeros te decían ‘yo tengo mi vida subiendo las escaleras’, como si el trabajo fuera un anexo de la vida. Pero el laburo es parte de nuestra vida. Construimos una nueva subjetividad con los compañeros de trabajo. Queremos tener un buen salario, pero sobretodo crear las condiciones para revertir la idea de que la vida es afuera del trabajo”.
Néstor agrega que pretenden “una organización donde sea la gente la que decida, que sea como lo venimos haciendo, en función de ver a los trabajadores como algo que tiene que trascender a su laburo. No queremos embrutecernos laburando, necesitamos tiempo para estar en familia, para la cultura, como todo ser humano. No solamente los hijos de los gerentes tienen derecho a eso. Queremos una organización que luche por eso, no es solamente un problema de 300 pesos más o menos o de laburar más o menos, que también es importante”.
Los golpes de la Patota
Los trabajadores del subte saben que no será fácil tener una sede propia para el nuevo sindicato: “El peligro es que caiga la patota de la UTA, que como ya dijimos se maneja con connivencia policial, y rompa todo, por eso estamos pensando en pedirle a alguna organización de derechos humanos que nos deje funcionar en su local”, cuentan.
La historia de las patoteadas es vieja. “En el 2002 fuimos a la puerta de la UTA a un congreso sindical y nos atacaron a palazos”, rememoran. Y los ataques policiales también han sido constantes: “En el conflicto por las terciarizadas hubo represión en la estación Miserere de la Línea A, nos tuvimos que defender con los matafuegos y con piedras, vinieron con la infantería y a cagarnos a palos y se llevaron a varios presos”.
“En el 2007, en una conferencia de prensa que estábamos haciendo para anunciar medidas de fuerza, cayó la patota de la UTA, le pegaron hasta a los periodistas. Esa vez la policía no hizo nada, al contrario, les liberó la zona. Lo mismo pasó el día del plebiscito, el 5 de febrero. Le pegaron hasta a Norita Cortiñas de Madres de Plaza de Mayo. A los laburantes les duele que un ex compañero de ellos, el delegado Morales, se haya vendido a la burocracia y sea Secretario de Subtes en la UTA. “Fue el pase del año”, ironiza un compañero. “El nos conoce a todos y sabe cómo pensamos, él se va con la burocracia porque quiere poder y se olvida de los que fuimos sus compañeros. Por acá no puede ni aparecer, no le da la cara”, alerta otro laburante.
Un proceso subterráneo
La lucha de los trabajadores del subte no empezó ayer. “Las primeras reuniones las comenzamos en el 94, 95. Había dos agrupaciones, Los Topos y el Túnel, que en aquel momento respondían al MAS y al PRS. Mucho más tarde aparecieron compañeros del MST, el PO y el PTS, aunque la mayoría de los delegados no pertenecemos a ningún partido”, cuenta Daniel. “En esa época, no nos escapaba la idea de que esto era el origen de algo importante. En Los Topos discutíamos sobre los efectos del Toyotismo en lo ideológico, vencer eso ya era mucho. En ese momento, con la privatización, daba la sensación de que podían hacer una empresa modelo. Te decían ‘involucrate’, pero a la vez no te daban ni un baño. Querían que atendiéramos a los pasajeros pero no podíamos descansar ni un segundo en las ocho horas. Nos comenzamos a organizar, la clandestinidad era importante, hacíamos publicaciones pero discutíamos mucho a quién se las entregábamos. Llegamos a publicar 46 ejemplares, que la leían cien compañeros.” El miedo a la delación y a los despidos estaba presente. Pero una cotidianidad distinta se empezaba a imponer: “Festejábamos los cumpleaños que terminaban siendo asambleas”.
Al principio, era una pelea defensiva. “Lo primero que logramos fue evitar despidos y evitar la rotación de lugares a la que nos tenían sometidos. Eso fue en el año 1997”, recuerda Néstor. Es que la empresa tenía una política, acota Daniel: “utilizaban la rotación horaria y geográfica como medida de coacción para que determinados compañeros terminaran renunciando. Primero peleamos contra eso. Se inicia un proceso de lucha luego para evitar despidos. A una compañera la intentan echar por un faltante de cinco pesos en la caja de la boletería. Hicimos un paro de todo un día. Ahí fue el origen de una idea que nos acompaña hasta ahora: si echan a uno, paramos todos”. Otra lucha que se dio en el subte fue por los baños. “Yo era boletero en Ángel Gallardo y tenía que estar con la puerta abierta por el calor, encima tenía que ir a la calle a un bar para usar el baño porque no teníamos en nuestro lugar de trabajo”. La conclusión es contundente: “En ningún momento dejamos de tener razones para luchar. En ese momento era por un baño, sobre todo para los compañeros con problemas de salud. No quedaba otra que luchar. Y fuimos ascendiendo en la calidad de las luchas: primero era que no te roten, que no te despidan, luego fue por las seis horas, contra la tercerización, y siempre por el salario. En la cabeza de los compañeros está claro que nadie te regala nada y que la burocracia siempre juega a favor de la empresa”.
“Desde el 97 vino la lucha por la jornada laboral de seis horas, unos decían 7 y otros, 6. Cuando era intendente De la Rúa hicimos el barbijazo cuando vino a la línea B a poner en servicio los trenes que habían traído de Japón. Repartimos volantes denunciando la insalubridad en el subte. Nunca dejó de discutirse ese tema”, cuenta Daniel. Muchas veces se ha dicho que el subte era un verdadero “Cromañón” en potencia, con el agravante de ser bajo tierra. “El material rodante no se revisa como corresponde, nos hemos cansado de denunciar a la Comisión Nación de Regulación del Transporte.
Una batalla clave fue la de reconocer a los demás trabajadores del subte como parte de un mismo todo. “Los empleados de limpieza estaban tercerizados a través de la empresa TAYM. Estaban laburando más de doce horas. Compartiendo mates y el metegol, fuimos organizando una lucha conjunta: logramos que los incorporaran al convenio, con lo cual se les subió el sueldo de $800 a $2400, además de tener posibilidad de ascensos, como por ejemplo a boletero. Muchos compañeros no terminaron la primaria, por eso estamos haciendo una campaña de escolarización, consiguiendo un lugar para estudiar. También incorporamos al convenio al personal de seguridad.”
Las conquistas siempre fueron conseguidas mediante la acción directa: “El primer paro fue en 2002, el segundo fue en 2004 y fue por las seis horas. Ese año también frenamos la implementación de máquinas expendedoras de boletos con otro paro. Lo de las seis horas lo conseguimos primero sólo para los conductores, luego para los guardas, después para los boleteros”.
Todos los años emprendemos la negociación salarial, en mayo y abril. En 2005 hicimos un gran paro y conseguimos un aumento importante, lo que fue un impulso.”
Lo que falta
Pese a todos sus logros, los laburantes del subte no pierden la capacidad de autocrítica: “Uno de los déficits que tenemos tiene que ver con el diálogo con los pasajeros, intentamos campañas pero es muy complejo, viajan un millón y medio por día, no tenemos la estructura de propaganda, con volantes no alcanza. La sociedad está muy influida por los grandes medios que nos juegan en contra. Es raro, porque todos los trabajadores sabemos qué es la burocracia, la sociedad lo sabe, saben que son una mafia, una patota. Nosotros los enfrentamos y los medios hablan de “interna sindical” y hay gente que les cree y se queja porque llega tarde a trabajar. Sin embargo, entre muchos pasajeros que por ahí conocen más lo que está pasando, hay una corriente de simpatía”, cuenta Néstor, quien tiene que abandonar la charla para tomar servicio y al rato vuelve a la conversación.
Otro compañero se acerca y agrega que “llegado el momento, la gente está y apoya nuestra lucha”, aunque también advierte que “siempre hay retrógrados que se te ponen en contra”. Recuerda cómo en muchas oportunidades en las que estaban de conflicto “la gente se acercaba a las boleterías a ver que necesitábamos”. Y agrega: “depende mucho de la coyuntura”. El malestar de los pasajeros es cotidiano y no se reduce a las ocasionales medidas de lucha en la que a los laburantes no les queda otra que interrumpir el servicio. Por ejemplo, “la línea A viene llena desde Carabobo, pusieron más estaciones pero no más trenes. Al alargarse el recorrido con la misma cantidad de trenes, disminuye la frecuencia”.
Ante la consulta de porqué en vez de cortar el servicio, no dejan pasar gratis a la gente liberando los molinetes como lo han hecho algunas veces, Néstor explica que en ese caso se les inician causas judiciales y que ya hay varios que han tenido problemas legales. “Y hasta nos hemos encontrado con un pasajero facho que quería sacar boleto igual”, se ríe.
Para más información:
http://metrodelegados.com.ar/
http://linead.blogspot.com/
http://subtea.blogspot.com/
http://metrodelegados.com.ar/
http://linead.blogspot.com/
http://subtea.blogspot.com/
---
Piedras en el camino
En la pelea por una mejor vida los laburantes del subte tuvieron y tienen que confrontarse con escollos no menores:
- una empresa –Metrovías – voraz en su ansia de ganancias, a la vez que irrespetuosa de la vida humana que se ampara en la ley de emergencia de la época de Duhalde que le permite hacer emergencias, averías y reparaciones y no mantenimiento preventivo con el consiguiente riesgo de accidentes;
- un sindicato –la UTA –, dirigido por una pandilla de patoteros al mando de Fernández que no duda en golpear a los trabajadores y trabajadoras;
- un gobierno, el de los K, que subsidia millonariamente a la empresa sin preocuparse por los laburantes ni los pasajeros;
- unos medios – TN, C5N y compañía – que ponen siempre el foco en las demoras en los viajes y no ante los abusos de la empresa contra sus empleados y contra los pasajeros.
La lucha del subte no es sólo reinvindicativa en lo económico: “Uno de nuestros problemas es que no hemos aprendido a mostrar que como trabajadores en lucha del subte han salido cosas importantísimas. Tenemos compañeros que escriben, hay una participación cultural que no supimos mostrar. Tenemos una editorial, “Desde el Subte”, se han hecho películas sobre nuestra lucha”, resume Daniel. Y cuenta que en el día de la mujer participan. “Nuestras compañeras son un ejemplo de lucha”.
En la pelea por una mejor vida los laburantes del subte tuvieron y tienen que confrontarse con escollos no menores:
- una empresa –Metrovías – voraz en su ansia de ganancias, a la vez que irrespetuosa de la vida humana que se ampara en la ley de emergencia de la época de Duhalde que le permite hacer emergencias, averías y reparaciones y no mantenimiento preventivo con el consiguiente riesgo de accidentes;
- un sindicato –la UTA –, dirigido por una pandilla de patoteros al mando de Fernández que no duda en golpear a los trabajadores y trabajadoras;
- un gobierno, el de los K, que subsidia millonariamente a la empresa sin preocuparse por los laburantes ni los pasajeros;
- unos medios – TN, C5N y compañía – que ponen siempre el foco en las demoras en los viajes y no ante los abusos de la empresa contra sus empleados y contra los pasajeros.
---
No solo mejoras económicasLa lucha del subte no es sólo reinvindicativa en lo económico: “Uno de nuestros problemas es que no hemos aprendido a mostrar que como trabajadores en lucha del subte han salido cosas importantísimas. Tenemos compañeros que escriben, hay una participación cultural que no supimos mostrar. Tenemos una editorial, “Desde el Subte”, se han hecho películas sobre nuestra lucha”, resume Daniel. Y cuenta que en el día de la mujer participan. “Nuestras compañeras son un ejemplo de lucha”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario