lunes, 4 de junio de 2007

Revista La Fragua no. 8 > El Cordobazo, a 38 años.


El 29 de junio de 1966 un golpe militar encabezado por el General Onganía puso fin al débil gobierno constitucional del Doctor Arturo Illia. Las Fuerzas Armadas pretendían establecer una dictadura prolongada, con el objetivo de consolidar una nueva coalición social capaz de implementar un proyecto hegemónico en función de las expectativas de las clases dominantes.

Durante los primeros años de su gobierno, la dictadura de Onganía se apoyó en las Fuerzas Armadas y los grandes grupos industriales vinculados al capital extranjero, contando con la complicidad de un sector de la burocracia sindical. El régimen militar intervino las universidades nacionales, congeló los salarios de los trabajadores y buscó debilitar el poder de las organizaciones sindicales.

Sin embargo, desde 1968, se fueron multiplicando las señales de la resistencia. En mayo de 1969, una gigantesca movilización popular protagonizada por obreros y estudiantes puso límites bien precisos al proyecto político encabezado por Onganía.

A lo largo de la década del ’60 se habían establecido en la ciudad de Córdoba algunas de las más grandes plantas automotrices (IKA-Renault, FIAT, entre otras.), lo que contribuyó a la formación de un proletariado urbano con perfil altamente combativo. Esta clase obrera industrial confluía en las luchas callejeras y antidictatoriales con un movimiento estudiantil en pleno proceso de movilización.

El “Cordobazo” se produjo en un contexto muy particular. Al menos desde mediados de mayo, diferentes organizaciones sindicales se encontraban en conflicto, en tanto que el movimiento estudiantil había iniciado un plan de lucha como consecuencia de las acciones represivas de la dictadura, que se habían cobrado la vida de dos estudiantes en Corrientes y en Rosario.

Las medidas de un gobierno que respondía a los sectores más concentrados de la economía y a los grandes monopolios industriales terminaron unificando a las dos vertientes en que se dividía el movimiento obrero. En el “Cordobazo” participaron los sectores más combativos, encabezados por Agustín Tosco (Luz y Fuerza) y Atilio López (UTA), pero también los mecánicos de SMATA, que respondían al liderazgo de Elpidio Torres, un dirigente que se hallaba bajo el ala de Augusto Timoteo Vandor. La decisión del gobierno nacional de derogar el régimen de descanso conocido como “sábado inglés” encendió la mecha de la protesta.

En Córdoba, las dos centrales sindicales –la CGT de los Argentinos y la CGT vandorista- decretaron un paro activo de 36 horas a partir del día 29 de mayo. Tal como se había acordado, los trabajadores abandonaron las fábricas a media mañana y marcharon hacia el centro de la ciudad. Desde las grandes fábricas automotrices y desde la central de la empresa de electricidad de Córdoba (EPEC) enormes columnas obreras fueron confluyendo con los trabajadores agrupados en otros sindicatos y con los estudiantes universitarios.

Antes del mediodía se produjeron los primeros choques entre la policía y los manifestantes. La noticia del asesinato de Máximo Mena, un joven obrero mecánico, desató la furia de los trabajadores y de los estudiantes, que armaron barricadas con los objetos que encontraron a mano y desbordaron completamente a las fuerzas represivas. El barrio Clínicas, de fuerte composición universitaria, se convirtió en uno de los bastiones de la ocupación de la ciudad, que permaneció durante dos días bajo el control de los manifestantes.

Fue necesaria la intervención del Ejército para que las autoridades pudieran retomar el control de la situación. De todas maneras, la suerte del régimen estaba echada.

El Cordobazo constituyó un punto de inflexión. A partir de ese momento comenzó en nuestro país un proceso de radicalización política y social que incluyó a amplios sectores sociales. En el seno del movimiento obrero, el “Cordobazo” inauguró una nueva etapa, caracterizada por el surgimiento de un sindicalismo clasista, de base y con perfiles claramente combativos. Ante la ofensiva de los sectores populares organizados, las clases dominantes recurrieron nuevamente a las Fuerzas Armadas. El golpe militar del 24 de marzo de 1976 y la instauración del terrorismo de Estado tuvieron como objetivo, precisamente, cerrar ese formidable ciclo de movilización popular.

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