lunes, 4 de junio de 2007

Revista La Fragua no. 8 > Quedarse quieto es perder. Si no luchamos nuestro tiempo es suyo

La economía argentina está atravesando su 5º año consecutivo de crecimiento global. En esos 5 años se han creado más de 3 millones de empleos. Sin embargo, la mayoría de esos empleos siguen siendo precarios, sin aportes, sin contratos, con bajos salarios.

La convertibilidad “fracasó” para dar lugar al neodesarrollismo. La convertibilidad fracasó pero sus objetivos no: hoy sufrimos un patrón de desarrollo basado en los salarios bajos y el empleo precario. La rentabilidad del capital es un 50% más alta que a mediados de 1998, los salarios son para la mayoría de los trabajadores 20% menores.

La mitad de los asalariados ganan menos de 690 pesos por mes. La familia media (con dos miembros adultos ocupados) tiene ingresos al menos 30% inferiores a la canasta familiar; la mayoría de las familias tienen ingresos aun más bajos.

A pesar del crecimiento económico, la desigualdad de los ingresos se mantiene elevada y la pobreza abarca amplias capas de la población del país: casi 4 millones de personas pasan hambre en un país que produce alimentos para 10 veces su población total. Mientras el 80% de la población se reparte sólo el 25% de la producción de bienes y servicios para consumo final, los más ricos se apropian (consumen, derrochan) el otro 75%.

La inflación se encuentra en torno al 10% anual y se mantendrá en esos valores, tal vez un poco más. La suba de precios se ha convertido en el instrumento predilecto de los grandes capitales para bajar los salarios en un marco de crecimiento económico.

El crecimiento continuará sin dudas por algunos años más. Alimentado por la explotación de los recursos naturales y las exportaciones del combustibles y del sector agroalimentario (con altos precios internacionales) y el dólar caro, la economía no presenta a corto plazo límites serios al crecimiento. El dólar alto aún garantiza un superávit en el comercio exterior, lo cual permitirá por algunos años más que el gobierno continúe acumulando dólares (al fin y al cabo ¿hay que pagar la deuda cuando la economía no crezca, no?).

En este contexto, quedarse quieto, no luchar, implica retroceder. Producimos más (el último año el valor de la producción por trabajador aumentó más de 16%), y si no luchamos, nos explotan más, el patrón (el capital y el Estado) se lleva una mayor porción de nuestro trabajo. Los precios suben (en 2006, aumentaron más de 12%), y si no luchamos, con nuestro sueldo compramos menos y ellos (los patrones) consumen más. Se crean empleos precarios, y si no luchamos, serán más precarios y peor pagos.

Si nos quedamos quietos, gana el capital. Si no luchamos, perdemos nosotros, pierden nuestros hijos, nuestras familias. Si no luchamos, deberemos trajabar más para hacer y conseguir lo mismo. Más trabajo para ellos es menos tiempo para nosotros. Si no luchamos, nuestro tiempo es de ellos; si no luchamos, nuestra vida es de ellos, de los patrones, del Estado y el capital.

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